sábado, abril 14
LA DANZA DEL APAREAMIENTO Vol. 2

“y sigo esperando
que decidas aclarar si tú y yo
sumamos tres, y yo mientras tanto
te comento que es verdad,
que ya no sé si perder la vergüenza
y explorar lo poco que dejas ver”
(“Interior de una nave espacial abandonada”- Fangoria”


Con el recuerdo fresco de Keane, tomé un bus (muy canchera yo) hacia San Telmo, donde estaban hospedados los chicos. La idea era simple, salir a recorrer la gran Baires los tres juntos, por primera vez, ya que desde que llegamos, cada uno cogió un camino distinto, no sé bien si por las diferencias de nuestros intereses o porque, simplemente, no soportábamos nuestras presencias.

Ya en el hotel, un italiano, mas bueno que el pan con mantequilla recién salidito del horno, nos recomendó ir a un lugar llamado Tigre, donde podríamos atravesar el Río de la Plata en lancha y decidimos ir hacia allá.

Fue un largo camino en el que tuve la oportunidad de apreciar la danza del apareamiento de dos Homo Sapiens. Al subir al bus que nos llevaría hacia el tren de la Costa, Daniel decidió, calculadoramente, sentarse solo a un lado del bus, mientras que Rafael eligió un lugar junto a mí pidiéndome compartir uno de los audífonos del mp3 donde yo escuchaba a Evanescence. Una hora después, apareció Ximenita, una rubiecita de lentes y cara de buena gente que se ubicó un asiento delante de Daniel, por lo que él no perdió tiempo y a los cinco minutos, ambos ya se encontraban charlando como si fueran amigos de toda la vida. La cara de Rafael había cambiado. Ya me había devuelto el audífono pues los gritos de Amy Lee no le sonaban tan interesantes como la conversación ajena. “¿Cuántos años tenés?”, le preguntó Ximena a Daniel, completamente doblada en su asiento y mirándolo a la cara. “27”, le respondió él. “Yo tengo 22”, gritó Rafael desde el otro extremo. Ese fue su primer paso, bastante patético, y que dio inicio a la trifulca.

La muy amable Ximenita se ofreció a acompañarnos hasta la estación del tren de la Costa, que nos llevaría hasta Tigre. Durante esas 7 largas cuadras, ambos se disputaron su atención haciendo que ella se sienta una Lady Di entre dos paparazzis, o tal vez una Caperucita entre dos lobos.

Cuando llegamos al Tren de la Costa, Ximena nos despidió, nos deseó buena suerte y se dio unos minutos más para tomarse la foto del recuerdo (por separado) con sus dos efímeros fans, ávidos de un levante. Se quitó los lentes y posó, derrochando ingenuidad, ignorante ella de que minutos después, dos peruanos arreglarían sus asuntos “como los machos” en el baño de la estación… por ella.

Antes de comprar el boleto de tren, Rafael entró al baño, mientras que yo conversaba en la boletería con Daniel acerca de lo inoportuno del comportamiento de Rafa.”Bueno, chibolo al fin y al cabo”, dije pero Daniel no me escuchó. Tenía los ojos puestos en el baño. “Ya vuelvo, voy a solucionar este asunto”, anunció al mismo tiempo que mis manos alcanzaron a retenerlo. “Por favor, Daniel, tenemos un día largo por delante, no quiero problemas”, supliqué. “No te preocupes, seré civilizado”, dijo antes de alejarse moviendo los brazos al compás de su cabeza, como suele caminar él.

Me comí las uñas, hubiera dado todo por hacerme invisible y entrar al baño de hombres a escuchar como se arregla un asunto entre “cavernícolas civilizados”.
Diez minutos después, ambos salieron, busqué los rastros de sangre en sus ropas y en sus narices. El rostro de Daniel era de liberación, el de Rafael, de algo que se llama “csm… me bajaron la llanta”. Compramos los boletos y tomamos el tren hacia Tigre… en tan perfecta armonía que ya parecía mentira…
CONTINUARÁ...
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CUANDO TE TIEMBLA EL ALMA Vol. 1





“Llévame a un lugar con parlantes
Y que nos vuele la sonoridad
por el aire, un espacio para
celebrar, sé que esto es grande”
(La excepción- Gustavo Cerati)




Mi cabello estaba hecho un desastre por la lluvia, nunca lo había visto así, portándose tan mal conmigo, haciéndome quedar tan mal ante la reñida competencia. Me miré al espejo tratando de encontrar una imagen agradable no acorde con la figura que tenía en mi mente, y es que sin ver mi reflejo, ya me sentía con un afro look que Michael Jackson hubiera envidiado en sus tiempos más negros. Mi propia naturaleza no se había apiadado de mí, era el precio a pagar por un día tan espectacular que aún continuaba, pero que debía ser recibido con un peinado, digamos, decente y llenito de amor propio pues en unas horas tendría el honor de conocer a la “actual” del “ex”.

Ayer, fue un día más que increíble. El típico turismo urbano del día, posar junto a la famosa Flor de Catalano, el hard rock café para ver de cerquita y a través del vidrio la Flying V de Dave Mustaine y los platillos de Nick Menza, guardar para la posteridad mi proximidad con los restos de Evita Perón, pasear de plaza en plaza saludando a los monumentos o “interactuando con la ciudad” como dijo Martin, quien se la pasó quejándose de los mosquitos que se deleitaron con su moreno brazo.

Por la noche, luego de caminar una interminable y sempiterna cantidad de cuadras, Daniel y yo llegamos a la puerta XY del majestuoso River. Iba a ver a Keane, las piernas me temblaban de emoción, un temblor me recorría el cuerpo y mi estómago emitía unos ruidos imperceptibles gracias a la música de Babasónicos, que en ese momento había iniciado su tocada. “Tengo hambre”, le dije a Danny mientras él, como acto reflejo, estiró el índice señalándome un puesto de hamburguesas que, SEÑORES! No era cualquier puesto de hamburguesas de a luca, esas rosaditas similares a una lengua de gato, con papitas hilo y sobre plástico con la figura de un sándwich que dice “que rico”. Pues no. Eran hamburguesas argentinas. Nada menos. Es decir, eran “las hamburguesas”. “Dos por favor… para cada uno”.

Esperamos pacientemente que Adrián Dárgelos abandonara el escenario, lo que significaba que el cierre del show se aproximaba. Recorrimos el estadio buscando un espacio por donde llegar hacia delante en medio del mar de gente que no estaba dispuesta a perderse ni un solo detalle del gordito, y por esas cosas de la Divina Providencia, que esa noche fue mas divina que nunca, nos vimos situados a pocos centímetros del escenario.

Y empezaron los primeros acordes, todos gritamos dándole la bienvenida al cerdito cachetón, que nunca antes se había dejado ver tan malditamente hermoso. Había aparecido al mismo tiempo que todos empezábamos a cantar con él, haciéndole coro, acompañándolo para que no se canse y nos dure un poco más. “Time goes by at such a pace, it’s funny how it’s easy to forget her face”. Mi corazón latía muy rápido ante el pánico de saberme entre la multitud, mi voz trataba de elevarse por encima de las demás y si hay una palabra para describir la hora y media frente a Keane, ésta sólo podría ser “Sublime”.
Lloré, juro que las lagrimitas rodaron por mi rostro, la voz se me iba de emoción. Hace mucho que no sabía lo que era llorar de emoción porque algo te estremece, te hace temblar el alma. Al despedirse, con su masticado “Grrracias Buenos Airrrrres”, el estadio en pleno lo retuvo. “Olé, olé, olé, olé, gorrrr-doooo gorrrr-dooooo”. El sonreía mostrando sus cachetes envueltos en un rosado casi fosforescente y pensando probablemente “What the fuck are they saying to me? mientras miraba a la multitud con su carita de “gordito bonachón”. Y se fue dejándonos con lágrimas en los ojos luego de “Bedshaped”. “No te mueras nunca gordo”, pensé antes de voltear hacia la puerta de salida cuando las luces del River se encendieron.

La velada llegó a su fin cuando Danny y yo fuimos a cenar una pizza a la leña (hecha por un peruano) acompañada de una Quilmes heladita, como para apaciguar la emoción…

CONTINUARÁ…


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viernes, abril 13
EL GUSTO ES MÍO, BAIRES


“Eclipse en el Luna Park
eclipse de alta mar
parece que perdí la visión del tercer ojo
y los otros dos no quieren mirar”
(Eclipse en el Luna Park- Andrés Calamaro)



He llegado a la gran Buenos Aires. La dulce madrina de Daniel nos fue a recoger a Ezeiza y nos instaló en un hotel a los 3. En realidad, sería a los 2 ya que yo me hospedaría en casa de Martín, quien me dijo que tomara un taxi hasta su casa ubicada en Libertador con Callao (como para no olvidarme del Perú) a las 8 de la noche. Eran las 5 de la tarde y los 3 salimos a caminar por las calles aledañas al hotel y de paso cambiar algunos dolarillos en Coto, el supermercado más cercano. No todo podía ser lindo en Baires, se buscaron el nombre más feo para ponerle a un supermercado, Coto. ¡Ta que horrible!, como diríamos en Lima.

Como andábamos con las cámaras a cuestas, el solícito Daniel decidió quedarse afuera esperándonos y cuando Rafael y yo salimos de comprar, nuestro solidario amigo había desaparecido. Volvimos al hotel y ni rastro de él. No había vuelto. ¿Qué pasó con él? ¿Se lo habrían llevado para ser víctima de algún negocio negro en Baires?, ¿alguna mafia comercializadora de peruchos?. “Creo que has visto Hostel demasiadas veces”, dijo Rafael, quien después de 20 minutos de desaparición se inquietó de una manera insoportable, y caí en cuenta de que la razón de su preocupación estaba dirigida hacia su cámara fotográfica Daniel podía irse al carajo si quisiera .

Sabía que Rafa tenía un ego del tamaño del obelisco, incluso más grande, además de engreído, miedoso, desconfiado y egoísta. Miré el reloj por milésima vez. “Malditos minutos, ¿No pueden avanzar mas rápido para quitarme de encima a este pelmazo?
Media hora después, Daniel apareció. Estuvo parado estoicamente en la puerta de Coto esperándonos y entonces nos dimos cuenta que nosotros salimos por la puerta trasera. “jJe, je, je un error lo comete cualquiera ¿no?”.

Cuando por fin dieron las 8, me vi en un taxi camino a la casa de Martín. ¡Cómo cambió el negro en todos estos años, y pensar que cuando andaba conmigo era un saco de huesos con piercing en las tetillas!. El triste y dramático episodio de la despedida en Lima y por ende, el corte de la fugaz relación que tuvimos, parecía olvidado. Me abrazó tan fuerte que mis pies se balancearon en el aire como los péndulos de un reloj antiguo. “Seguís igual de chata”, me dijo con su graciosísimo acento argentino, y me invitó a pasar a su casa.



Una hora después, fuimos a Puerto Madero, hacer una parada fugaz en el taxi para tomarme la foto de rigor en la fachada del Luna Park.




Una caminata a lo largo del puerto, maravillándome con la belleza de su nocturnidad, me hizo respirar por fin los verdaderos buenos aires y minutos despues nos encontramos con Daniel, Rafael y su madrina, con quienes nos fuimos a cenar a “Sigue la vaca”, donde comí como marrana.
Como si eso fuera poco, Martín y yo nos fuimos a un bar llamado “Living” a tomar unos tragos con sus amigos.

Juro que ya no daba más, había sido un día larguísimo y pesado en el que no cerré los ojos desde que me subí al avión ayer por la noche y ahora, estoy en la super computadora de Martín, antes de dormir y caer en estado de coma. Mañana será un día pesado y faltan tan sólo 2 para poder ver a mis Aerosmith, pero ni siquiera puedo sentir emoción, estoy adormecida… Buenas noches, Buenos Aires…



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ajada
 
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jueves, abril 12
CORRE, VALE CORRE

“Take a look at my face
For the last time
I never knew you
You never knew me
Say hello goodbye"
(Say hello wave goodbye- Soft cell)


Una hora y media. Una eterna hora y media fue la que pasé en el departamento de antinarcóticos del aeropuerto de Santiago. “Pobre Paulina, la hice venir hasta que aquí por las huevas”, pensaba mientras el cretino chileno uniformado volvía a cerrar mi maleta con la desilusión marcada en su rostro al no encontrar el cargamento de droga que él esperaba. Las disculpas de su parte por haberme hecho perder casi dos horas ahí no llegaron nunca y a cambio recibí un: “Agradezca que no la llevamos al hospital a hacerle rayos X porque podría tener droga en la barriga”.

Derrotada y ya sin ganas de insistir, salí del cuarto en dirección a Migraciones donde haría el último intento. Lo que me esperó fue un nuevo interrogatorio de 15 minutos. Quise llorar. Quise escupir en la cara del otro cretino que revisaba por delante y por detrás mi pasaporte. Quise decirle: “¿Sabes que? Ya ni te molestes… ya no quiero entrar a tu puto país”. De pronto, el sello que marcaba mi entrada a Santiago hizo que mi corazón lata con fuerza. “Al volver a entrar, pagas tu impuesto”, me dijo. “Graciassssssss- le contesté y avancé cuatro pasos- chileno ……..detumadre”.

Corrí nuevamente hacia un teléfono a llamar a Pau cruzando los dedos para que ella diga que aún seguía en el aeropuerto esperándome… tres horas después.
“Ami, aquí te sigo esperando”, fueron las palabras que me devolvieron la sonrisa, como dice la madre de Livy “Alma, vuelve a tu cuerpo”. “Te espero en la puerta de la farmacia Cruz Verde en el patio de comidas”, le dije. Corrí nuevamente, si hubiera tenido el cabello rojo y el cuerpazo de Franka Potente me hubiera alucinado como en “Corre Lola Corre”.

A lo lejos la vi venir. Por primera vez la veía en persona. Levantó su brazo y saludó a lo lejos. Yo alcé el mío y sonreí. Sonreí como no lo había hecho desde hace cuatro horas. Y corrí, ella corrió también y sólo nos detuvimos cuando nuestros brazos se juntaron.
“Ami de mi alma”, gritó. “Paulilocaaaa”, le contesté sin soltarla. “¿Tienes frío, hambre?”, me preguntó preocupada. “No, lo que tengo son sólo 15 minutos para conversar contigo, he perdido 3 horas y en 20 minutos debo abordar nuevamente”, le dije con tristeza.

Nos sentamos en un Dunkin’Donuts y compró una caja de munchies. Eran muchos, como 30 bolitas rellenas de manjarblanco y un capuchino. Sus ojos verdosos se iban abriendo cada vez más mientras yo le contaba lo que me había pasado y ella dejaba ver sus brackets al ampliar su sonrisa. Nos reímos mucho, hubiera deseado conocerla un poco más, pasar más tiempo con ella, pero me quedó la satisfacción de que la luché hasta el final y lo conseguí.

El abrazo más caro de mi vida, me dijeron en Lima cuando supieron que debía pagar 35 dólares de impuesto por pasar y conocerla. Y aunque por razones divinas, no me cobraron, puedo decir que sí me costó caro… pero valió cada segundo.



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CUANDO FUI BURRIER…

“I'm on a mission,

a proposition

Its intuition cause

The Devil's got a New Disguise”
(Devil’s got a new disguise- Aerosmith”



A Paulina la conocí bajando música del soulseek. La muy fresca se quiso bajar 3 discos completos de mi pc y yo la bloqueé. Tiernamente ella me encaró. “Porque me bloqueas?”, dijo agregándole una carita triste a su pregunta. Me partió el corazón y afloró mi cinismo. “Yo no te he bloqueado, no sé que ha pasado, en este mismo momento te desbloqueo, puedas bajarte mi pc entera si quieres”, le escribí queriendo limpiar mi conciencia por semejante marranada cibernética. Desde ese día no dejamos de hablar. Era una lástima que ella viviera en Chile y yo en Perú porque hubiéramos sido las mejores amigas.
Dos años después, camino a Buenos Aires para ver a Aerosmith, el destino nos daba la oportunidad de conocernos, de acortar las distancias para el abrazo. Perú y Chile unidos, que lindo ¿no? Pues no… no fue tan lindo.

Esa mañana las cosas no habían salido bien, la temperatura gélida del aeropuerto me puso de mal humor, mientras que el chocolate caliente mandó al baño durante horas a Rafael y no supe más de él hasta que dieron las 9 am y era el momento de salir de la sala de embarque para conocer a la Pau, que ya se encontraba ahí esperándome.
Dios… no les miento que di vueltas en el aeropuerto durante una hora buscando quien me diera razón de cómo salir siendo pasajera en tránsito, a pesar de estar dispuesta a pagar mi impuesto de entrada al país por tan solo permanecer unos minutos. De arriba abajo y de abajo a arriba. Nadie me daba razón. Una hora después y siendo ya las 10 am entré al ascensor para bajar hasta Migraciones y sellar mi pasaporte para entrar y dos tipos enfundados en un terno negro bajaron conmigo. “Señorita, deténgase por favor”, dijo uno de ellos. ¿Deja vu? ¿No acababa de escuchar esa misma frase dos horas antes?. “Hemos detectado que usted tiene un movimiento extraño en el aeropuerto, sube y baja, baja y sube, puede explicarnos que es lo que pasa?.

Le expliqué amablemente y con mi mejor sonrisa, que desde hace dos horas estaba tratando de salir del embarque para ver a amiga. No me creyeron. Me preguntaron absolutamente todo ¿Quién es Paulina? ¿Cuál es su apellido? ¿Qué estudia? ¿Donde estudia? ¿Para que me dirigía yo a Buenos Aires? Y la pregunta del millón, esta fue para no creerla… ¿Qué canción de Aerosmith le gusta más? . En ese momento yo miré arriba, abajo, izquierda, derecha, la cámara tenía que estar por algún lado, tenía que ser una joda para Tinelli. “Tinelli hijo de putaaaaa”, estaba a punto de gritar cuando uno de los sujetos me dijo “Acompáñeme por favor” e inmediatamente fui guiada al Departamento de Antinarcóticos, sí, al mismo donde llegan todos los burriers.

No les bastó con revisar mi cartera con todo su contenido, mi cámara de fotos, de video, cada papel guardado en mi billetera. La situación era controlable, hasta el que me refutaran que era imposible de creer que yo quiera conocer a alguien por Internet (¿? ¿Acaso eso no lo hace todo el mundo?!). No contentos con eso, mandaron a traer mi maleta del avión. Sentí ganas de explotar, vi pacientemente como expusieron uno a uno mis calzones a unas 10 personas que, probablemente, gozaban viendo como una peruana era revisada. Menos mal que los que llevé eran los mejores y no los calzones de anciana que uso cuando me quedo sin ropa interior limpia.
Finalmente, rompieron rompieron la cinta de seguridad de la caja de chocolates y la bolsa de chupetes que llevaba para Martín y probaron uno de cada uno. Para ese momento, los regalos, ya eran tan solo un recuerdo.

Habían pasado dos horas y mi ilusión por conocer a Pau se había desvanecido, sentía ganas de patear la puerta y decirles que eran un par de chilenos de de mierda, sin embargo, por alguna extraña razón, nunca perdí la sonrisa a pesar de mi preocupación porque ya había pasado una hora y media más y Paulina, probablemente ya se había ido…


CONTINUARÁ…


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HAZLE CASO A TU MAMA

“Mama, she has taught me
well told me when I was young
Son, your life's an open book
Don't close it before it's done”
(Mama said- Metallica)


Por fin llegó el día. Dos horas antes de salir para el aeropuerto hice mi maleta con 4 trapos ( ya que planeo comprarme muchos en Argentina), mi plancha de cerámica para luchar contra la humedad de Buenos Aires, la cámara de video, de fotos y los encargos que Martín solicitó a cambio de ofrecerme posada, cama y la simpatía de su vieja.

Disfruté mis últimas horas con H como si fueran las últimas ( no vaya a ser que mi avión se caiga), tirados en la cama viendo Desperate housewives y comiendo la pizza mas cara de mi vida en el patio de comidas del Jorge Chavez. Luego de eso, el llamado y un beso de despedida, su manito regordeta en mi rostro, esos labios carnosisimos que adoro sobre los míos y un “Cuidate mucho, enana”. Inmediatamente después, le di el encuentro a Daniel y Rafael, mis acompañantes durante toda la aventura en Baires. Daniel fue uno de mis mejores amigos hace varios años y un malentendido nos distanció. Rafael es un ex compañero del diario ( en el que ya no trabajo, por cierto), con un ego más grande que la distancia que habíamos de recorrer para ver a Aerosmith.

Ya en el avión a la 1 am, traté de dormir pero la incomodidad del asiento no me lo permitió, miraba por la pequeña ventana las luces de las casas, abajo, muy abajo y las estrellas con la luna. Dios, que espectáculo, las tenía tan cerca que sentí que me arrullaron. Y me dormí escuchando “Clocks” de Coldplay hasta que anunciaron el aterrizaje en Santiago. 5 am y apenas puse un pie en el aeropuerto, sentí que estaba dentro de un refrigerador. Mis deditos totalmente expuestos y desnudos se contraían para abrigarse unos a otros mientras caminaba para que mi maleta pase por los rayos X.

“Detengase por favor”, escuché suavemente y pensé que, suerte la mía, ¡Podría presenciar la detención de un burrier!. Mi desilusión fue grande cuando me di cuenta que se refería a mí. “Saque la bala que tiene en su cartera, por favor”. Mi cara de “¿ De que fucking me hablas?” fue mi respuesta mental pero amablemente la reemplacé por un: “¿De qué bala me hablas?”. Ella abrió mi billetera roja de Pucca y sacó una bala calibre 45 enseñándomela y diciendome: "Esto se llama bala". Inmediatamente, mi cerebro puso rewind y play a aquel día en el que H y yo salimos a comprar y en el piso encontramos la bala tirada en el suelo. El la recogió, la limpió y me la enseñó. “Regálamela, regálamela”, le dije con el mismo entusiasmo con el que de niña pedí una Barbie. “Ok, pero no andes jugando con eso, guárdala”, me dijo y yo obediente la guardé en un bolsillo escondido de mi billetera de Pucca.
De regreso al presente bochornoso, sentí las miradas de todos mientras a un costado explicaba que no recordaba haber guardado la dichosa bala ahí y que irresponsablemente, la llevé conmigo sin saber.

Luego de 10 minutos y de poner una cara similar a la del gato con botas de Shrek, me dejaron pasar, claro está, sin el dichoso regalo plateado de H.
“Deberías aprender a escuchar a tu madre cuando te dice que no recojas cosas de la calle”, pensaba camino a la sala de embarque, donde permanecería 6 largas y gélidas horas antes de enrumbar a Buenos Aires. Desgraciadamente, las horas tranquilas fueron una utopía, lo bueno estaba por comenzar…



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PD NECESARIA E IMPERDIBLE: Millones de Gracias a Livy, que en unas horas me devolvió la ilusión del blog propio, el mismo que había perdido por segunda vez. Asimismo, gracias a Alvarito, que tuvo toda la intención y por falta de tiempo no me pudo ayudar esta vez, pero la intención es lo que cuenta, gracias también a tí alvarucho.




 
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