“All I want is to feel this way
To be this close, to feel the same
All I want is to feel this way
The evening speaks, I feel it say…”
(All I want- Toad the wet sprocket)
Uno de los mejores cumpleaños fue el de los once. No saben como lo disfruté. Vinieron mis amigas y vieron mis regalos mientras las babas colgaban de su boca. Pero ellas no sabían que esos cajas con marca Mattel tenían una historia y un remordimiento. La libreta de notas me la habían entregado un día antes de mi cumpleaños (Maldita Miss Diana). La mía parecía la nariz de un payaso. 6 rojos. Casi me da el soponcio cuando la vi, no lo podía creer, sin embargo lo merecía.
Nunca fui la chancona del salón pero era una alumna promedio, de quinces y dieciséis que veía reflejado en esos ochos, sietes y cincos, su diversión de cuatro meses junto a Julissa, la piojosa y vaga del salón, que para colmo, también me contagió piojos, pero esa es otra historia. No saben como me divertí con Julissa, no se imaginan todas las travesuras-maldades que hicimos y yo me olvidé de cuadernos y libros.
Un día antes de mi cumpleaños, el regalo debía entregarlo yo a mi mamá. Ella abrió los ojos sin disimular su non grata sorpresa y me dijo calmada: “Valeria, no te voy a pegar, ni te voy a gritar, tu verás como recuperas estas notas porque de lo contrario, las vacaciones las pasarás haciendo vacacional mientras nosotros nos vamos a la playa. No le diré nada a tu papa que por cierto, mañana te llevará al centro comercial para que escojas tus regalos”. Y se dio la vuelta para firmar mi bochornosa libreta. Yo me sentí una caca, menos que eso, el microbio que nada en la caca, el microbio en la espalda del microbio que nada en la caca.
Y le conté a mi papá. (Ja! Ustedes que dijeron? Que niña tan buena!) PUES NO! Calladita me quedé y caminé de la mano de mi padre dando saltos por la calle como si hubiera sacado purito veinte. Regresé cargada de regalos y recuerdo la cara de mi madre. “Debí haberle pegado”, seguro pensó. Meses después recuperé mis notas y mi mamá eliminó mis piojos. Grande madre!. Lo recuerdo mucho, más que cualquier cumpleaños. Han pasado 16 años y esta vez, mi torta solo tuvo una vela.
Las cosas habían cambiado, mi papá ya no estaba aquí para darme regalos ni abrazos y mi mamá vivía una hora lejos de mi casa, sin embargo, los sentí conmigo.Mientras más años cumples menos velas decoran el pastel y más aún tratándose de los 27 . ¿Porqué? Simple. Podrían haber puesto dos velas, una de dos y una de siete, pero pocas veces se encuentran esos números, ya que no son especiales. A los bebés se les celebra con bombos y platillos el primer año, el numero 1, pero el segundo ya no es la novedad, así que normalmente se hace solo un “lonchecito”. Ni que decir de los 7.
Soplé las velas y no pedí un deseo. No lo tenía. Tal vez sólo eran las ganas de que todo permaneciera tal y como estaba, pero eso es imposible así que para no perder la fe en los deseos de cumpleaños y tildarlos de “cosas imposibles” como la canción de La oreja, decidí no pedir ninguno.Había planeado una fiesta en la terraza de la casa, con muchos amigos, mucho trago, muchos borrachos y mucho que limpiar al día siguiente. El señor Ballena no pagó a tiempo y decidí posponerlo para el siguiente sábado. Sin embargo, el día de mi cumpleaños fue especial, a pesar de no tener los bolsillos llenos. Había recibido las doce con H, quien me regaló el libro que tanto quería: el de Maitena. Por la tarde me reencontré con la gringa. Un mes sin vernos y fue infaltable el abrazo del oso. Llamadas de cumpleaños, la torta con una sola vela, de chantilly con fresas, mi favorita. Marko, el enano, uno de mis mejores amigos, tenía que estar, H, la gringa y Laszlo, mi primo favorito con dos rones hasta las 3 de la mañana, previo vomito de la gringa por supuesto. Tenía que ser!. Hubieron vacíos, faltó Livy, Hilda, Paola, Angie, Juanma, David, faltaron sus abrazos de oso grizzly.
La pasé como deseaba pasarla, contenta, con poca gente, riendo, con la tranquilidad que me daba recibir mis 27 con la satisfacción del presente, sabiendo que al día siguiente tenía que levantarme para ir al trabajo que adoro, que tengo amigos en los que puedo confiar, con retos que superar, con un tipo que me abraza por las noches y al que adoro, con amigas-hermanas-cómplices que adoro también.
He aprendido acerca de la fragilidad de la buena racha, no saben como la disfruto, me sorprende cada día mi fragilidad para algunas cosas, me decepciona también, me asombra darme cuenta del poder que tengo en las manos y que a veces no sé utilizar, pero es cuestión de tiempo y precisamente se trata de eso este post, del tiempo, sabio, enemigo, amigo y maestro. Carajo! No por las huevas tengo 27 ¿no?, miro hacia atrás y veo tantas cosas que me asombra haber pasado por ellas y resistido.
Sorry si a veces me vuelvo tan personal, a veces olvido que esto es algo para que lo lean todos y no solo para mí. Solo puedo decirles que estoy bien (por ahora) y espero que siga estándolo por mucho tiempo. He pasado uno de los mejores cumpleaños de mi vida, el mismo que terminó cuando mis amigos se fueron a su casa, mi primo a su cuarto y H me abrazó para dormir mientras escuchábamos a Vivaldi. Feliz cumpleaños a mí!.
PD: ¿Se han dado cuenta que el cuadro de la última cena que se ve atrás de mí en mi primer cumpleaños, sigue en el mismo lugar en la foto de los 27?
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