“You stand in the front just a shakin' your assI'll take you backstage, you can drink from my glass
I talk about something you can sure understand'
Cause a month on the road an' I'll be eating from your hand”
(Sweet emotion- Aerosmith)
“Cierra los ojos y escucha”, le dije a Livy hoy mientras, sentadas en esa mesa con un fuerte olor a madera frente al mar, conversábamos de cosas desagradables. Ella no lo dudó, se colocó los audífonos y yo apreté Play. “Good evening Las Vegas”, saludó Steven Tyler luego de aclarar su aguardientosa voz. Una multitud le devolvió el saludo mientras Joe Perry, Brad Whitford, Tom Hamilton y Joey Kramer empezaban los acordes de “Beyond beautiful”. Yo miraba expectante a Livy y ella seguía con los ojos cerrados, probablemente imaginándome a mí saludando al viejo Tyler y uniendo mis gritos desgarradores a los de las 60 mil almas que esperaban que él las escuchara… aunque sea en coro.
Volteé a ver el mar, ese marrón e indescifrable mar de la costa verde. Estaba tan calmado en comparación a mi corazón de tan sólo pensar que dentro de poco sería una de las afortunadas que saldrían del concierto de Aerosmith sin voz, con el alma arañando la piel queriendo correr en busca de Steven, apretar sus huesitos y decirle “Gracias por la mejor noche de mi vida, man!”.
Tengo en el escritorio de mi pc el pasaje de avión, el vuelo de la 1:30 de la madrugada y mi entrada para estar a unos metros de los hombres que adornan mi pared lateral. Aerosmith baby! .
Cuento los días, faltan 60 por cierto, dos meses, dos largos meses, ocho semanas, eternas. Necesitaba un respiro, desconectarme un poco, respirar otros aires, buenos aires, darle un abrazo de oso grizzly a Martín, mi adorable negro, pasear, tomarme mil fotos, caminar mucho, bailar tango, tomar harta quilmes, pasar por la casa de Calamaro, conocer Boca y pisar la cancha de River. Al día siguiente volver a mi Lima miserable, endemoniada que sólo me deja ver a Shakira, Alejandro Sanz y Marc Anthony, con suerte a un Roger Waters y la promesa cínica de que mis maquilladitos The Cure y Norah Jones pueden sentarse en las rodillas del mendigo sentado en el banco de oro que es mi lindo Perú con sus altos impuestos y su gente acostumbrada a disfrutar un concierto de rock sentada en una silla de plástico duro.
Falta poco, dos meses y podré contarle a mis nietos que alguna vez tuve que salir de mi país exclusivamente para ver un buen concierto, y ellos me dirán: “¿Te fuiste tan lejos para ver a un viejito con voz aguardientosa?”, entonces yo acariciaré sus cabezas antes de darles un sonoro coscorrón y les diré: “Viejo tu abuelo… huevón”.
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