For the last time
I never knew you
You never knew me
Say hello goodbye"
(Say hello wave goodbye- Soft cell)
Una hora y media. Una eterna hora y media fue la que pasé en el departamento de antinarcóticos del aeropuerto de Santiago. “Pobre Paulina, la hice venir hasta que aquí por las huevas”, pensaba mientras el cretino chileno uniformado volvía a cerrar mi maleta con la desilusión marcada en su rostro al no encontrar el cargamento de droga que él esperaba. Las disculpas de su parte por haberme hecho perder casi dos horas ahí no llegaron nunca y a cambio recibí un: “Agradezca que no la llevamos al hospital a hacerle rayos X porque podría tener droga en la barriga”.
Derrotada y ya sin ganas de insistir, salí del cuarto en dirección a Migraciones donde haría el último intento. Lo que me esperó fue un nuevo interrogatorio de 15 minutos. Quise llorar. Quise escupir en la cara del otro cretino que revisaba por delante y por detrás mi pasaporte. Quise decirle: “¿Sabes que? Ya ni te molestes… ya no quiero entrar a tu puto país”. De pronto, el sello que marcaba mi entrada a Santiago hizo que mi corazón lata con fuerza. “Al volver a entrar, pagas tu impuesto”, me dijo. “Graciassssssss- le contesté y avancé cuatro pasos- chileno ……..detumadre”.
Corrí nuevamente hacia un teléfono a llamar a Pau cruzando los dedos para que ella diga que aún seguía en el aeropuerto esperándome… tres horas después.
“Ami, aquí te sigo esperando”, fueron las palabras que me devolvieron la sonrisa, como dice la madre de Livy “Alma, vuelve a tu cuerpo”. “Te espero en la puerta de la farmacia Cruz Verde en el patio de comidas”, le dije. Corrí nuevamente, si hubiera tenido el cabello rojo y el cuerpazo de Franka Potente me hubiera alucinado como en “Corre Lola Corre”.
A lo lejos la vi venir. Por primera vez la veía en persona. Levantó su brazo y saludó a lo lejos. Yo alcé el mío y sonreí. Sonreí como no lo había hecho desde hace cuatro horas. Y corrí, ella corrió también y sólo nos detuvimos cuando nuestros brazos se juntaron.
“Ami de mi alma”, gritó. “Paulilocaaaa”, le contesté sin soltarla. “¿Tienes frío, hambre?”, me preguntó preocupada. “No, lo que tengo son sólo 15 minutos para conversar contigo, he perdido 3 horas y en 20 minutos debo abordar nuevamente”, le dije con tristeza.
Nos sentamos en un Dunkin’Donuts y compró una caja de munchies. Eran muchos, como 30 bolitas rellenas de manjarblanco y un capuchino. Sus ojos verdosos se iban abriendo cada vez más mientras yo le contaba lo que me había pasado y ella dejaba ver sus brackets al ampliar su sonrisa. Nos reímos mucho, hubiera deseado conocerla un poco más, pasar más tiempo con ella, pero me quedó la satisfacción de que la luché hasta el final y lo conseguí.
El abrazo más caro de mi vida, me dijeron en Lima cuando supieron que debía pagar 35 dólares de impuesto por pasar y conocerla. Y aunque por razones divinas, no me cobraron, puedo decir que sí me costó caro… pero valió cada segundo.
La tozudes de migraciones es en todos los paises, no es solo de los chilenos ni de los peruanos... no he viajado mucho pero he escuchado cada historia. Al menos viste a tu amiga pau y es como para no olvidarlo nunca.
Un beso enorme chicoca
Vicky