well told me when I was young
Son, your life's an open book
Don't close it before it's done”
(Mama said- Metallica)
Por fin llegó el día. Dos horas antes de salir para el aeropuerto hice mi maleta con 4 trapos ( ya que planeo comprarme muchos en Argentina), mi plancha de cerámica para luchar contra la humedad de Buenos Aires, la cámara de video, de fotos y los encargos que Martín solicitó a cambio de ofrecerme posada, cama y la simpatía de su vieja.
Disfruté mis últimas horas con H como si fueran las últimas ( no vaya a ser que mi avión se caiga), tirados en la cama viendo Desperate housewives y comiendo la pizza mas cara de mi vida en el patio de comidas del Jorge Chavez. Luego de eso, el llamado y un beso de despedida, su manito regordeta en mi rostro, esos labios carnosisimos que adoro sobre los míos y un “Cuidate mucho, enana”. Inmediatamente después, le di el encuentro a Daniel y Rafael, mis acompañantes durante toda la aventura en Baires. Daniel fue uno de mis mejores amigos hace varios años y un malentendido nos distanció. Rafael es un ex compañero del diario ( en el que ya no trabajo, por cierto), con un ego más grande que la distancia que habíamos de recorrer para ver a Aerosmith.
Ya en el avión a la 1 am, traté de dormir pero la incomodidad del asiento no me lo permitió, miraba por la pequeña ventana las luces de las casas, abajo, muy abajo y las estrellas con la luna. Dios, que espectáculo, las tenía tan cerca que sentí que me arrullaron. Y me dormí escuchando “Clocks” de Coldplay hasta que anunciaron el aterrizaje en Santiago. 5 am y apenas puse un pie en el aeropuerto, sentí que estaba dentro de un refrigerador. Mis deditos totalmente expuestos y desnudos se contraían para abrigarse unos a otros mientras caminaba para que mi maleta pase por los rayos X.
“Detengase por favor”, escuché suavemente y pensé que, suerte la mía, ¡Podría presenciar la detención de un burrier!. Mi desilusión fue grande cuando me di cuenta que se refería a mí. “Saque la bala que tiene en su cartera, por favor”. Mi cara de “¿ De que fucking me hablas?” fue mi respuesta mental pero amablemente la reemplacé por un: “¿De qué bala me hablas?”. Ella abrió mi billetera roja de Pucca y sacó una bala calibre 45 enseñándomela y diciendome: "Esto se llama bala". Inmediatamente, mi cerebro puso rewind y play a aquel día en el que H y yo salimos a comprar y en el piso encontramos la bala tirada en el suelo. El la recogió, la limpió y me la enseñó. “Regálamela, regálamela”, le dije con el mismo entusiasmo con el que de niña pedí una Barbie. “Ok, pero no andes jugando con eso, guárdala”, me dijo y yo obediente la guardé en un bolsillo escondido de mi billetera de Pucca.
De regreso al presente bochornoso, sentí las miradas de todos mientras a un costado explicaba que no recordaba haber guardado la dichosa bala ahí y que irresponsablemente, la llevé conmigo sin saber.
Luego de 10 minutos y de poner una cara similar a la del gato con botas de Shrek, me dejaron pasar, claro está, sin el dichoso regalo plateado de H.
“Deberías aprender a escuchar a tu madre cuando te dice que no recojas cosas de la calle”, pensaba camino a la sala de embarque, donde permanecería 6 largas y gélidas horas antes de enrumbar a Buenos Aires. Desgraciadamente, las horas tranquilas fueron una utopía, lo bueno estaba por comenzar…
Lee aquí el capítulo anterior...
PD NECESARIA E IMPERDIBLE: Millones de Gracias a Livy, que en unas horas me devolvió la ilusión del blog propio, el mismo que había perdido por segunda vez. Asimismo, gracias a Alvarito, que tuvo toda la intención y por falta de tiempo no me pudo ayudar esta vez, pero la intención es lo que cuenta, gracias también a tí alvarucho.
Reconfortante tenerte de vuelta, que bonito esta tu blog!! ohhh!
Piojito, que no ocurra nuevamente, no te encierres en letargos desmesurados e insoportables, por favor!!!