lunes, octubre 17
TRES TRISTES TIGRES


“Que vengas hasta mí
que encuentre tu mirar y vuelvas
a vivir mi vida sola que es un vacío...”
(Vacío- Mar de Copas)


Esta vez estábamos solos. Literalmente solos. Era obvio que yo ya no tenía a mi H, a Marko lo separaban kilómetros de distancia de su amada Priscilla y Herbert abrió la noche reclamándome el no haber ido con su querida Melissa a la despedida de soltera de María Angélica, fiestecita que prometía harto trago, diversión y... strippers, o como ella misma me dijo: “Harto calato”.
Fuimos en un auto prestado a escuchar el concierto que Libido daba en el Campo de Marte, aunque fuimos por Mar de Copas. No era el auto de Herbert así que no hubieron cassettes que sonaran a “gastado” durante el camino, aunque prometió que a partir de la próxima salida escucharemos discos, como debe ser y como la tecnología se lo reclama.

Nos acomodamos fuera del auto a conversar, escuchar de lejos la tocada y compartir el trago que Herbert, buenamente, había preparado y depositado en 3 botellas de agua mineral.
Una hora después, fue él quien hizo la primera confesión: “Ya se me subió el ron”. Sus ojos algo desorbitados confirmaban lo dicho mientras se agarraba la cara y decía : “Ahhhhhhh Melissa está viendo calatos en este momento”, al mismo tiempo que le daba un gran sorbo al pequeño vaso de plástico que tenía en sus manos.

Marko ya empezaba a hablar de Huacho y obviamente, también abría la boca para torturarme con H. “No, no voy a verte más, no pensaré en tiiiiiiiiiii”, se escuchaba a lo lejos y pedí el vaso. Mi turno. El “enano” pensaba en volver a ver a Priscilla, yo pensaba en el gordo y Herbert en los billetes que estaría poniéndole Melissa al calzoncillo de algún fornido, bien dotado, guapo y sexy stripper.

Solos, tristes y abandonados nos encaminamos a nuestro bienamado Queirolo, donde procuramos olvidarnos un poco del trío que andaba causando intranquilidad en esa noche gélida. Apenas entré me topé con el mejor amigo de H. “¿Y H?”, me preguntó su novia. “No lo sé”, le dije melancólica mientras Herbert me apuraba para llegar a la mesa, y ya había confesado su notoria ebriedad: “Te voy a contar porque me peleé con Melissa”, me dijo haciendo grandes esfuerzos para que no se le enrede la lengua. A mi otro costado, Marko preguntaba: “Vale, ¿tienes crédito en tu celular?, ta’ que quiero llamar a la Pris”. Solos. Probablemente nos sentíamos solos. Con vasos llenos en la mesa pero solos... y a la vez, acompañados.

Cual David Copperfield, Herbert desapareció de la mesa de un momento a otro sin previo aviso y no regresó jamás. Probablemente se fue al rescate de Melissa, quien podía estar sintiéndose sofocada por algún corpulento “calato”.
Marko y yo salimos a comer unos sospechosos anticuchos en un lugar que nos ofrecía un asiento en la vereda, para luego caminar por una atrevida avenida Wilson, que nos regalaba su soledad, como pocas veces.

2 de la mañana y yo ya estaba en mi casa. La noche parecía haber sido más larga pero creo que aún no tengo muchos ánimos de salir a la superficie. Poco a poco. Aún tengo muchas preguntas en la cabeza que, probablemente, ya no tendría sentido hacerle a H, así como tampoco ese ajuste de cuentas con la chata Angie por hablar de mí con él. Las cosas a veces pierden un poco el sentido y son como escenas sobrantes de una película en proceso de edición, o sea, no son lo suficientemente importantes como para cambiar el curso de las cosas. Esta noche acompañada de los otros dos tristes tigres me sirvió para recordar lo que era reírse a carcajadas, ya andaba olvidándolo la mayor parte del tiempo. No sé si Marko pudo llamar a Priscilla. El paradero de Herbert sigue siendo desconocido. Si alguien sabe algo de él, por favor comunicarse al “Piso 14” y preguntar por Melissa. Ella probablemente sigue ahí...
 
posted by Textualmente activa at 10:23 a. m. | Permalink |


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