martes, setiembre 20
EL PACIENTE INGLES

“He said return the ring
He knows so much about these things
La, la-la, la-la, la-la,
this charming man ...”
(This charming man- The Smiths)

El periodismo es así, un día me encuentro almorzando frente al mar con el dueño del “Costa Verde” y al otro, la irónica vida me sienta en la mesa del dirigente de un asentamiento humano frente a un plato de arroz con lentejas preparado para alimentar a todo un comedor popular. Hay algo que no cambia, la grabadora en medio de la mesa y al costado del vaso de limonada, solo que esta vez no fue frozen. Otra diferencia, el plato de lentejas era más grande que en el que sirvieron sashimi la vez pasada.

Esta semana me la pasé buscando dirigentes de Asentamientos Humanos para entrevistarlos, a pedido de mi jefe. Me llevó uno de los arquitectos de la muni, el amabilísimo señor V. Me sorprendió su amabilidad, tanta educación en una sola persona que vive en el Perú es como haber encontrado una aguja en un pajar. Y tenía razón. No era peruano. Era un inglés peruanizado. Mr. V. me pareció un tanto, inclinado hacia el otro lado, su manera delicada de hablar me hizo pensar que sus gustos no estaban dirigidos hacia las mujeres.

Delgadísimo, con más de cincuenta años encima y siempre con sus camisas a cuadros me guió durante 3 días entre tierra, esteras e infinita pobreza. Y pensar que uno cree que tiene problemas ¿no?. Así pude conocer de cerca al parsimonioso Mister V.
Como buen inglés, su almuerzo empezaba inevitablemente y sin contratiempos, a las 12 del día, para lo cual se aseguraba saliendo a las 11:50 am de la oficina. Lo veía, con curiosidad, regresando revitalizado y feliz. Luego conocería su secreto.
El primer día, alguien llamó a su celular y él sostuvo una charla de varios minutos en francés. Le decía a alguien que le alegraba mucho que ya haya llegado a Perú y que no podía ir al aeropuerto pero que lo esperara en su casa. Cuando colgó, confianzuda yo, y con ganas, muchas ganas de practicar el francés, le dije: “ Est-ce-que- vous êtes francais, Monsieur. V.?( Es usted francés, Señor. V? . Me miró por el espejo retrovisor con una sonrisa de oreja a oreja y abriendo sus pequeños ojos marrones y respondió: “ Mademoiselle Valeria, Vous parlez tres bien le francais!” (Señorita Valeria, usted habla muy bien francés) . Yo sonreí un tanto avergonzada y crucé los dedos para que no me preguntara dónde lo había aprendido, pues, solo llegué a tercer ciclo porque no tenía mucho tiempo libre ya. Y empezamos a conversar en francés, claro, yo me demoraba minutos en recordar cada palabra y conjugación haciendo mil esfuerzos para que la lengua no se me trabara. Él, como buen inglés, me escuchaba pacientemente.

El tercer día, acabamos las entrevistas a las 5 p.m. Subimos a la camioneta de regreso y se escuchó un ruido. Un rugido dentro de mi barriga. No había almorzado. Dos días antes, Mr. V. me había prometido invitarme a almorzar. El rugido era una señal de que no iba a existir jamás un mejor momento para cumplir su promesa. Segundo rugido, esta vez más fuerte. (¡qué roche!) “Valerita, esa ha sido tu barriga?, me dijo un tanto preocupado. “Si”, le contesté un tanto abochornada. “Yo te debía un almuerzo, vamos a donde yo suelo comer”, le dijo al chofer. Para mí pidió un bisteck con papas fritas, que a simple vista, era casi un placer sexual. “Est- ce-que vous pris le déjeuner encore?”(¿Es que usted va a almorzar nuevamente?) le dijo el mozo. Al parecer yo no era la única que quería practicar el francés con Mr. V. “Non, je veux un gâteau au fromage”, le contestó pidiendo un cheesecake.

Cuando trajeron mi plato a la mesa, Mr. V se adelantó a rezar agradeciendo por lo que íbamos a comer, dio gracias por su pastel, yo por mi apetitoso bisteck y el chofer por su ensalada. No mucha gente reza antes de comer, y normalmente yo nunca lo hago pero lo que estaba frente a mí a las 5 de la tarde, a punto de entrar a mi estómago, era digno de agradecerse. “Bon Appetite!”, me dijo apenas terminó de persignarse.

Ya con un poco más de confianza, me contó que era casado, con una belga ex modelo de Versace, que vivía en Bélgica con sus hijos. Es decir, mis creencias eran erróneas. Mr. V. no pertenecía a la jaula de las locas. Había resultado ser un gentleman en todo el sentido de la palabra. 15 minutos después comprendí la razón de la felicidad que él muestra cuando regresa de almorzar. ¡Qué bisteck más soberbio!.

Ahora que ya terminé mi ciclo de entrevistas, no hay razón para ver a Mr. V., pero su amabilidad y cortesía me fue transmitida y cada vez que voy a la municipalidad, me doy un momento para subir a saludarlo, tal vez, en algún momento, volvamos a aquellos lugares en progreso, que le son tan familiares, y vuelva a tener a alguien con quien practicar mi paupérrimo francais. A toute l’heure, Monsieur V.!
Lee aquí el capítulo anterior...
 
posted by Textualmente activa at 10:03 a. m. | Permalink |


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