"Hoy me cago en todo
pero me cago en todo
con amor. Si nadie me cuida y
estoy solo me queda poco gas
en el motor."
(Me cago en todo- Andrés Calamaro)

Sería bueno poder sacarse de vez en cuando el cerebro como para relajarse y evitar pensar. Eso quise hacer esta semana pero siendo realista busqué algo más... a mi alcance. Salir de viaje. Esta semana fue terrible, sin poder dormir, con mucha pena por sentir que las cosas con H se están yendo a la mierda y la impotencia de no poder hacer nada me torturaba. David andaba igual por su lado, aunque las cosas con Mariela si se fueron al carajo. Ambos, cabizbajos y tratando de escapar, agarramos maletas y nos fuimos a San Jerónimo de Surco (antes de Matucana) a grabar las celebraciones por fiestas patrias. Antes de subir al carro, David, sin dejar de mirar el suelo advirtió: “Vale, sorry si no te hablo durante el camino pero no tengo muchas ganas... ok?”. “No te preocupes, yo tampoco”, le dije mientras miraba hacia arriba ya buscando que el cielo cambiara de color.

Es increíble lo bien que hace escapar, aunque sea por un día, alejarte del epicentro del gran terremoto que te acaba de sacudir, respirar otro aire, distraer la mente para empezar a crear la realidad virtual de que todo esta bien.
Al llegar al pueblo, había fiesta, la banda ya preparaba el ambiente para el desfile, que esta vez, no fue una tortura como el anterior. Me distraje trabajando y al terminar, fuimos con el alcalde a la pequeña fiesta que se armó en la municipalidad. Un poco de champagne y yo quería bailar. Estaba funcionando el escape. Salimos a almorzar a la plaza teniendo de compañía unas chelas y un sol que me dejó un bronceado de camionero.

Tal vez fue la cerveza o la tranquilidad que se sentía, lo que ocasionó que David se animara a conversar de lo que le había pasado. Ya íbamos abriéndole la jaula a los demonios. “Ahora cuéntame tú que te ha pasado” me dijo antes de beberse la poca chela que quedaba en la lata. “No, no tengo ganas de hablar aún” le dije mientras le daba el resto de mi almuerzo al perro blanco que me miraba a un costado.
Sentía tranquilidad, algo de paz, mi cerebro no me estaba jodiendo quitando la pausa y apretando “Play”, haciéndome escuchar las palabras de H en la conversa del otro día. Tal vez era el contacto con la naturaleza el que me regaló unas horas de amnesia selectiva. Después del almuerzo, fuimos camino a Huanano para conocer las ruinas y la catarata. “Chata, después de la caminata, tus medias van a oler a loco”, se atrevió a pronosticar David mientras iniciábamos la subida. “Calla huevón!”, le dije mientras le daba mi mochila para que cargue (jejejeje).

Según el letrero... y David, sólo serían 20 minutos de camino. 20 minutos MY ASS!. Llevaba caminando 40 minutos, las paradas eran cada vez más frecuentes, por la falta de aire, el cansancio ( y es que mi aguante para las caminatas es nulo) y los ataques de risa durante toda la subida.
Al llegar a la catarata, me di cuenta que había valido el esfuerzo, tirados sobre una gran roca nos pasamos 20 minutos mirando el cielo, comiendo “combos” de queso y escuchando la caída del agua. “¿Has escuchado esa canción de Calamaro que dice Me cago en todo?” me preguntó cortando el silencio. “Sí, esa que dice Me cago en todo... pero con amor?”, le respondí. “Es mi canción, chata, a partir de ahora” dijo permitiendo que regrese el silencio.
Hemos llegado al pueblo, he comido como chancha todo lo que encontré en la plaza y en la municipalidad nos han dicho que ya no hay espacio para dormir. ¡Horror! ¿Dónde vamos a pasar esta noche?.
No se pierda el capítulo de mañana. ¿Dónde dormirán los chicos? ¿Valeria se animará a hablar? ¿David le seguirá cargando la mochila? Jejejejeje. Mañana les cuento...




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