"Hoy he vuelto a casa de dar vueltas
como un loco por las calles
donde alguna vez te vi
cruzar el arco de mi infierno y vuelvo a ti"
(De regreso a casa- Pelo Madueño)

Nunca amé tanto Lima como hoy, a la vez nunca la odié tanto por tener el atrevimiento de ser tan grande. Anoche no podía dormir, eran las 11 p.m. y David a mi costado daba vueltas de rato en rato, hasta que me dijo: “Chata, vamos a comer algo?”, Así que bajamos. Luego de comer dos hamburguesas salvadoras, fuimos caminando hasta el Mirador. Eso fue impresionante, llegué sin aire pero ver el cielo plagado de estrellas en medio de una noche negra me hizo pensar que valió la pena el sacrificio de subir. Conversamos cerca de una hora apoyados en una frágil baranda y mirando hacia un abismo de tierra.

Tal vez era el silencio de la noche que nos hizo poner serios y él habló de cómo se sentía en ese momento, que había terminado con Mariella y yo, tratando de explicarle que a veces me embarga cierto sentimiento de inconformismo conmigo misma, angustia y ansiedad porque muchas cosas en mi vida no andan como yo quisiera.
Hoy por la mañana, mientras David y Martín dormían, salí con mi videocámara a recorrer el pueblo y disfrutar de mi propia compañía, hasta aceptarle un vaso de cerveza a uno de los comuneros que, encontré, en un cerro y que la seguía “de boleto”.

A las 6 de la tarde, regresamos a Lima y yo me sentía morir, las náuseas me embargaban, el vértigo de ver abismo tras abismo no me dejaba en paz. Mis manos sudaban frío. Sólo fueron 2 horas de camino que debieron ser 3 pero para mí fueron 200 mil. Ya estoy en casa, en mi cuarto, mi cama, mi pc, mi Lima contaminada, con su cielo color panza de burro, sucia, llena de tierra de pies a cabeza pero feliz porque hoy, después de un largo baño de agua caliente dormiré en mi cama sin ruido, sin frío... y sin David (Yeeeeehhhhhhh!) ajjajajjajjajaja.




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